Inicio de la segunda mitad del año 2008 con la merecida y apasionante victoria de la Copa de Europa por parte de la selección española de balompié. Quisiera exteriorizar mis impresiones preliminares sobre este evento para destacar la actuación de un equipo formado por integrantes de las diferentes regiones o autonomías españolas que ha desplegado, sin lugar a dudas, un juego emocionante y de extraordinaria calidad.
Mientras seguía las incidencias de los encuentros por televisión, vi claro que estábamos en presencia de algo paradigmático. Dos porterías en cada extremo del campo y dos equipos con sus integrantes dispuestos como un solo hombre a desplazar sus ataques en dirección contraria a la del rival. Pero obviamente todos, no sólo unos cuantos, sino todos.
Si hay alguna cosa que tengo bien clara, como una limitación importante de la democracia que se ejerce en la mayoría de los países occidentales (independientemente del partido que ejerza el poder), es de que nada va a ofrecérsele como ayuda efectiva al partido de gobierno, aunque ello lleve implícito lograr beneficios para la colectividad. Para quien ejerce la oposición, contraponerse quiere decir hacer todo aquello que haya que hacer para que los que mandan no lo hagan bien, ya que de ser así, se trataría de un logro que distancia las posibilidades de la alternancia en el poder.
Como ciudadano de a pie no veo más camino que una gran coalición entre los dos partidos mayoritarios con Pactos de Estado para resolver los problemas más apremiantes, que a fin de cuentas hay que resolverlos para beneficio de todos los españoles sin excepción. De entrada resulta urgente una nueva Ley Electoral que racionalice la representatividad del voto y así desterrar para siempre noticias recientes como esta: CIU (Convergencia i Unió en Cataluña), PNV (Partido Nacionalista Vasco) y BNG (Bloque Nacionalista Galego) deciden coordinarse para hacer pasar por el aro al Presidente y tumbar los presupuestos del estado. Una amenaza a mí entender impropia entre otras cosas por irrespetuosa. Y conste que ha habido y continúa habiendo actuaciones de la misma tesitura por parte de algunos partidos regionales que con una representación minoritaria y desproporcionada en las Cortes, pretenden erigirse en árbitros para decidir en una u otra dirección sin contar con un respaldo numéricamente importante. A lo sumo un poder de decisión puntual y efímero que los ha llevado a afirmar (“ojo, que ahora decidimos en Madrid).
También habría que cambiar de alguna forma el sistema constitucional y estatutario de distribución competencial de las Comunidades Autónomas. En mi opinión se han extralimitado las competencias y en parte explica que los gobiernos autonómicos tengan demasiada libertad para ejercer sin posibilidad de enmienda una acción de gobierno mediocre, ineficiente y desconcertante.
Coaliciones de gobierno ha habido en otros países con resultados y perspectivas positivas. ¿Por qué no en España? Si los dos grandes partidos mayoritarios estuviesen en la disposición de unirse en torno a un gran Pacto de Estado, estoy convencido de que habría progresos en materia antiterrorista, podrían optimizarse los gastos del Estado, actuar sin dilación en temas económicos (Pacto Social con la actuación de un Gobierno Coaligado), reforma y modernización de la justicia, educación, sanidad, investigación, desarrollo e innovación, y otros tantos renglones que necesitan ajustes en manos competentes. En suma aprovechar mucho mejor los recursos financieros y humanos disponibles y si se diese el caso de que no hubiese suficiente gente preparada, prepararlos. En una meritocracia, quienes deciden en materias específicas son los profesionales preparados y no son siempre los políticos. No es el caso de España.
Para concluir, pienso que la actuación del equipo español constituye un ejemplo a imitar, en el sentido de que ha llegado el momento de que todos los ciudadanos españoles empujen en una sola dirección en aquellas materias que se beneficiarían de ello y sin menoscabo de su libertad individual. Será esta reflexión una utopía.
Mientras seguía las incidencias de los encuentros por televisión, vi claro que estábamos en presencia de algo paradigmático. Dos porterías en cada extremo del campo y dos equipos con sus integrantes dispuestos como un solo hombre a desplazar sus ataques en dirección contraria a la del rival. Pero obviamente todos, no sólo unos cuantos, sino todos.
Si hay alguna cosa que tengo bien clara, como una limitación importante de la democracia que se ejerce en la mayoría de los países occidentales (independientemente del partido que ejerza el poder), es de que nada va a ofrecérsele como ayuda efectiva al partido de gobierno, aunque ello lleve implícito lograr beneficios para la colectividad. Para quien ejerce la oposición, contraponerse quiere decir hacer todo aquello que haya que hacer para que los que mandan no lo hagan bien, ya que de ser así, se trataría de un logro que distancia las posibilidades de la alternancia en el poder.
Como ciudadano de a pie no veo más camino que una gran coalición entre los dos partidos mayoritarios con Pactos de Estado para resolver los problemas más apremiantes, que a fin de cuentas hay que resolverlos para beneficio de todos los españoles sin excepción. De entrada resulta urgente una nueva Ley Electoral que racionalice la representatividad del voto y así desterrar para siempre noticias recientes como esta: CIU (Convergencia i Unió en Cataluña), PNV (Partido Nacionalista Vasco) y BNG (Bloque Nacionalista Galego) deciden coordinarse para hacer pasar por el aro al Presidente y tumbar los presupuestos del estado. Una amenaza a mí entender impropia entre otras cosas por irrespetuosa. Y conste que ha habido y continúa habiendo actuaciones de la misma tesitura por parte de algunos partidos regionales que con una representación minoritaria y desproporcionada en las Cortes, pretenden erigirse en árbitros para decidir en una u otra dirección sin contar con un respaldo numéricamente importante. A lo sumo un poder de decisión puntual y efímero que los ha llevado a afirmar (“ojo, que ahora decidimos en Madrid).
También habría que cambiar de alguna forma el sistema constitucional y estatutario de distribución competencial de las Comunidades Autónomas. En mi opinión se han extralimitado las competencias y en parte explica que los gobiernos autonómicos tengan demasiada libertad para ejercer sin posibilidad de enmienda una acción de gobierno mediocre, ineficiente y desconcertante.
Coaliciones de gobierno ha habido en otros países con resultados y perspectivas positivas. ¿Por qué no en España? Si los dos grandes partidos mayoritarios estuviesen en la disposición de unirse en torno a un gran Pacto de Estado, estoy convencido de que habría progresos en materia antiterrorista, podrían optimizarse los gastos del Estado, actuar sin dilación en temas económicos (Pacto Social con la actuación de un Gobierno Coaligado), reforma y modernización de la justicia, educación, sanidad, investigación, desarrollo e innovación, y otros tantos renglones que necesitan ajustes en manos competentes. En suma aprovechar mucho mejor los recursos financieros y humanos disponibles y si se diese el caso de que no hubiese suficiente gente preparada, prepararlos. En una meritocracia, quienes deciden en materias específicas son los profesionales preparados y no son siempre los políticos. No es el caso de España.
Para concluir, pienso que la actuación del equipo español constituye un ejemplo a imitar, en el sentido de que ha llegado el momento de que todos los ciudadanos españoles empujen en una sola dirección en aquellas materias que se beneficiarían de ello y sin menoscabo de su libertad individual. Será esta reflexión una utopía.